El Servicio Penitenciario Conurbano Norte brinda distintos talleres como beneficio a personas privadas de la libertad que tienen buena conducta y que de un modo u otro salen pronto, es decir, que tienen una causa de 6 o 5 años. Cecilia Roson, de 40 años, es la encargada del taller de alfarería de la unidad penal de hombres N° 47.
-¿Cómo tomaste la decisión de ir a enseñar a la cárcel?
-Estudié durante muchos años con mi maestro Leo Tabella, un ceramista de nuestro país, que me contaba su experiencia de haber estado dando clases cuando estaba preso en la isla Martín García. Una vez le dije que me encantaría hacer una experiencia de arte en algún lugar de encierro. Nunca pensé en una cárcel; es más, me parecía algo inalcanzable. Pero él insistía con que tenía que ir y probar.
Un día estaba en casa mirando la tele con un conocido mío y vemos hablar a un cura sobre unos talleres en una cárcel de San Martin. Cuando mi invitado ve al cura en la tele me dice que lo conoce. Me pasa el teléfono, lo llamo y hablo. Me presenté, le conté mi idea y me dijo que vaya para conocer a los internos y que cuando quiera empezaba. Así que fui para ver qué me pasaba con ellos, si me sentía cómoda. Me acompañó una psicóloga amiga que es la que hoy está en el grupo; y nos asombramos cuando fuimos porque terminamos tomando mates con toda la gente. La verdad, no nos fuimos más.
El taller está integrado por 25 hombres, en su mayoría jóvenes adultos, que se reúnen para aprender alfarería. Allí, se trabaja con tierra, agua, aire y fuego. Roson asegura que se reúnen para crear.
-¿Crees que sos una buena maestra?
Eso te lo tendrán que decir ellos. Yo considero que somos un grupo y por eso trato de correrme del lugar de maestra convencional que viene a dar algo, sino que si bien vengo a ofrecer algo que yo pude aprender en mi vida, también tengo mucho que aprender de ellos. Yo tiro una brasa, pero el fuego lo encendemos todos. Creemos que el barro es una excusa para sentirnos un grupo. Sentir que podemos hablar y escuchar, que puedo opinar y me van a validar esa opinión, es decir, estar dentro de un grupo humano con todo lo que al grupo humano le pase, incluyendo la diversidad y los modos. Creo que cada uno se lleva algo, algunos lo aplicarán en un oficio, otros en un vínculo, o en una escuela enseñando a modelar.
-¿Cómo es el trabajo de alfarería en un lugar de encierro?
El trabajo tiene varias partes: el primer momento tiene q ver con el contacto. Yo soy una persona común que no está acostumbrada a estar con personas con armas o muros y para mí fue difícil aprender cómo vincularme con todo eso que era nuevo. A la vez ellos tenían que aprender a vincularse con gente que venía de afuera y empezar de a poco a conocernos y armar la forma que después desencadenó en el grupo.
Del mismo grupo surge la segunda parte más linda que es que con todo eso que vamos creando, preguntarnos qué vamos a hacer. Muchas de las cosas que hicimos, las regalamos para el día de la mamá, del niño, o para algún cumpleaños. Entonces nos dimos cuenta que podíamos hacer eso y mucho más. Y ese mucho más surge de la misma confianza que el grupo fue teniendo y creciendo a lo largo del tiempo, es que el probar el poder hacer y sentir, abrió a pensar y ¿qué más podemos hacer? Y fue ahí cuando empezamos a hacer un trabajo de acciones solidarias en los barrios de cada miembro del grupo.
-¿Cómo empezaron las acciones solidarias?
Conseguimos moldes de tazas e hicimos la primera que tuvo que ver con ir a un apoyo escolar en Pacheco, en donde estaban dos hijos de uno de los integrantes del grupo. Lo que hicimos fue escribir un afiche con dedicatorias y filmamos al papá. Después, fuimos con todas las tazas a este lugar para ver qué pasaba y lo que ocurrió fue que nos estaban esperando con un cariño muy grande. Nos hicieron chocolates, mandaron cartas para el grupo, a sus hijos los pudimos filmar y mostrarle al padre cómo estaban. Por suerte todo el apoyo escolar cuenta hoy con 30 tazas para que los chicos tomen la leche. Con todo esto, nosotros tratamos de hacer que ese muro que nos separa, sea poroso. Lo que vuelve es darle esperanzas y es darse cuenta de la potencia del amor, que puede traspasar el muro y que hoy nos hace ir para adelante.
-¿Implementaste tu técnica en algún otro lugar?
-Sí, hace unos años me invitaron a compartir una semana de arte que daba la Universidad de Carolina del Norte, en Estados Unidos, y fui con la psicóloga del grupo. La idea era compartir lo que hacíamos acá en Argentina, es decir, qué y cómo lo hacíamos.
Lo que más llamó la atención es que primero no podían creer que era todo voluntario, de hecho en otros países esto lo sostiene el estado y esta todo arancelado. Segundo, que les fuimos contando cómo desde tan poco el grupo fue creciendo. Después nos llamaban, nos pedían entrevistas individuales. Allá no hay este espíritu de crear con tan poco, sino que ya tienen todo instalado, armado, todo con horario, todo fijo.
Publicado para 5web