Todos tenemos nuestro punto de vista de las cosas pero las cosas no suelen dar a conocer su opinión. Es por eso que les doy su espacio y les pongo nombre. Las cosas hablan, empecemos a escucharlas.
Hoy: la silla
Silla: Levántate por favor. No puedo respirar.
Hombre: ¿Quién habla?
Silla: Acá abajo. La de madera de cuatro patas.
Silla: (respira profundamente) Gracias a Dios te levantaste,
ya no podía más. Se me estaban por quebrar las patas. ¡Ojo, no te estoy
diciendo gordo ni mucho menos! Pero no estoy reforzada entonces aguanto poco
peso. ¿Podrías llamar al carpintero no?
Hombre: ¿Al carpintero?
Silla: ¿Y después la de madera soy yo? ¡Pero hombre,
necesito un carpintero que me refuerce las patas así cuando te sentas arriba
mío, no me muero!
Hombre: ¿Estoy loco o una silla me está hablando?
Silla: Un poco loco estás, pero sí… estas hablando con tu
silla de madera.
Hombre: (sorprendido) ¡Es imposible!
Silla: Bueno, al menos conozco tu cara de sorprendido… hasta
ahora sólo conocía tu cara de culo. Pero no te preocupes, no vine a pelear.
Vine a charlar un rato porque estaba aburrida. No sabes lo pesada que me es la
vida y lo duro que es estar en cuatro las 24 horas al día, los 365 días del
año. Tengo una contractura... estoy durísima.
No conozco lo que es el fin de semana, las vacaciones o un
feriado. Si bien a veces me la paso viajando, lo más lejos que llegué fue a la
costa y... en realidad no fue mérito propio sino de mi hermana Reposera pero es
lo más cercano que tengo ya que yo no salí del jardín de mi casa. Por cierto,
con mis hermanas nos sentimos halagadas de que la gente siempre quiera estar
arriba nuestro pero… no nos gustan las peleas y da la casualidad que muchos se
pelean por nosotras. Bondis y trenes repletos de pasajeros son los lugares más
comunes para que la pelea estalle. Embarazadas y ancianos tienen el privilegio
de no decir ni “A” que nosotras estamos ahí para ellos. Debo confesarlo, tienen
la tarjeta VIP.
En los restaurantes disfrutamos las veladas compartidas. Nos
reímos en las charlas de amigos, nos enternecemos en reuniones de familia y nos
enamoramos en las citas de pareja. Nadie nota nuestra presencia pero somos
indispensables en la mayoría de los casos. En definitiva somos su descanso y un
punto de apoyo.
Los más chicos aprendieron a valorarnos y nos regalaron un
juego: me reúnen con mis hermanas en una ronda, ponen música y los chicos
bailan alrededor nuestro. De repente, la música se apaga. Ellos corren por nosotras
pero siempre alguna queda afuera. Nos divertimos mucho y nos gusta apostar
quién será la nueva ganadora. Por ejemplo, la última vez perdí la apuesta y
ahora tuve que hacer esto: romper las reglas y hablar con vos. Sé que pensarás
que es un sueño pero es la realidad. Las sillas hablan y así como vos sos “de
carne y hueso”, nosotras somos “de madera y clavos”. No creo que pueda volver a
hablarte pero tenía que hacerlo. Fue un gusto conocerte. Espero que
salgas del estado de shock pronto y que te haya gustado conocerme un poco.
¡Espero ver tu cara de sorpresa más seguido! ¡Nos vemos abajo!