28 noviembre 2012

El primero en hablar es el cassette






Abro el blog con este objeto porque si bien hoy no le damos el uso que realmente tiene, lo vemos en fundas de celulares, mp3, o hasta en billeteras, carteras y demás. Creo que es hora que lo dejemos a hablar y escuchemos lo que tiene para decirnos.






Me tienen en desuso, ya no sirvo para nada. Seguro en el altillo de tu casa tengas a mis gemelos; apilados en una repisa, guardados en cajas o tirados por el piso. Da igual, de todas formas ya casi ni existimos.

Me crearon en  1963 en Europa, por eso a veces resulta difícil escribir mi nombre, pero decime audio caset, prefiero argentinizarme. En mis décadas de oro me usaban un montón: de lado A, de lado B y hasta a veces podían regrabarme. Guardaba las primeras palabras de los bebés, los cuentos hablados y hasta los cantantes me vendían y se hacían ricos.

Pero no era perfecto, claro. A veces se me salía la cinta de tanto manoseo, pero ustedes me rearmaban con tan solo un dedo o un lápiz... Giraban mi reel y me devolvían la cinta perdida. Nunca se los agradecí, ahora les doy las gracias.

Mi declive comenzó al final de los 80 y durante la década del 90 con la llegada de mi archienemigo el CD. Ese redondo y chato fanfarrón, que se la daba de galán porque era brilloso y podía almacenar mucha más información. De a poco me fue robando mi lugar. Ni siquiera me dejó a los autos, que fueron los últimos que me abandonaron.

Igual, la fama no le duró mucho más que a mí. Hace un tiempo los veía enredados en las ruedas de las bicicletas de los chicos o decorando paredes como los viejos discos de vinilo. Es verdad que se siguen usando, pero el pendrive le sacó muchos consumidores; hasta ITunes se le llevó a los cantantes, que antes fueron míos.

Pobre CD. Ahora que lo pienso me da pena… podríamos ser amigos, unir nuestras fuerzas. No creo que podamos vencer a las nuevas tecnologías, pero dicen que la moda actual es retro. Podríamos encontrar a algún chapado a la antigua que nos quiera coleccionar y nos cuide. Tendríamos un destino bastante similar...  terminaríamos siendo meras decoraciones de los adictos al arte moderno. Por mí está bien, me conformo con poco, pero él no sé. Me voy a preguntarle qué le parece mi idea. ¿Vos crees que aceptará una tregua? ¿Nos querés coleccionar?